Los últimos pellejeros y curtidores en Euskal Herria

Antzuola, un pueblo de zurradores

Esta pequeña localidad llegó a concentrar la mayor actividad de curtiduría de Gipuzkoa. Los elementos recuperados de la única curtiduría antzuolarra que se ha preservado podrían servir para constit

Humedad constante e incesantes corrientes de aire eran condiciones inherentes al oficio de zurrador o curtidor de cueros. Una profesión que, además de sufrida, era estigmatizada como ‘oficio infame’, al igual que pregonero, carnicero o barrendero, al menos hasta avanzado el siglo XVIII.

La mentalidad de los hidalgos católicos de entonces no consideraba muy honroso dedicarse a estas actividades. Sin embargo, como alguien tenía que realizar estas labores, las puertas siempre estaban abiertas para los artesanos de los denominados ‘oficios infames’.

El País Vasco del siglo XVIII era un pueblo de emigrantes. Sus limitados recursos agrícolas no invitaban precisamente a tolerar nuevos asentamientos forasteros. Sin embargo, los inmigrantes que venían a desempeñar los oficios que nadie quería eran siempre bienvenidos.

En este contexto histórico se establecería en Antzuola en el año 1790 un curtidor labortano apellidado Laborda. Arribó en una época en que no existía ninguna curtiduría en la zona de Bergara. Un documento encontrado por el historiador Iñigo Ramirez de Okariz en el Archivo de Protocolos así lo acredita, y añade que «todo el cuero que se consume aquí proviene del extranjero (…) y sería de mucho interés la implantación de curtidurías para reducir las importaciones» de esta materia prima.

Laborda, en 1790

La curtiduría de Laborda, fundada en 1790, pasaría a manos de su yerno a la muerte del fundador. Balbino Bareño le añadiría su apellido a la sociedad Laborda y Bareño.

La implantación de esta histórica firma daría el pistoletazo de salida a una industria peletera cuya actividad se prolongaría durante dos siglos, y que alcanzaría su máximo esplendor a mediados del pasado siglo XX. Antzuola se convertiría en el pueblo de los curtidores por antonomasia. Ninguna otra localidad guipuzcoana, y menos aún un pueblo tan pequeño como Antzuola, ha llegado nunca a superar en número a las cuatro empresas del ramo que en su día operaron aquí.

Por aquel entonces, detallaba Ramirez de Okariz, había 1 curtiduría en Oñati (Arrazola), 2 en Hernani (Montes y Puig) y 2 en Deba (Markiegi y Muñoz Mendizabal).

Antzuola, con las curtidurías de Laborda, Olaran, Hijos de Tellería y Galarza Hermanos y Arbulu, constituye un caso muy singular en Gipuzkoa, y su actividad de peletera fue el medio de vida de muchas familias antzuolarras durante muchas décadas.

Los pioneros Laborda monopolizaron el mercado peletero hasta el año 1880, cuando se constituye la firma Lamariano y Cía a iniciativa de Santiago Lamariano. Posteriormente se llamó Lamariano y Olaran, para terminar solamente en Olaran. Después vendrían las sociedades Galarza Hermanos y Arbulu e Hijos de Tellería.

Una parte sustancial de la población antzuolarra vivía de la industria peletera, del mismo modo que Mondragón giraba en torno a la cerrajería, Bergara a la industria textil-mahonera y Oñati a la chocolatera.

Ramirez de Okariz, en su estudio sobre la antiguas curtidurías, detalla que ya en 1894 «unas 16-20 familias de la localidad trabajaban en la curtiduría de Lamariano y Olaran», que en la década de los años 40 de siglo XX llegó a tener una plantilla de 44 trabajadores.

Mondragón ha visto caer a la mítica Unión Cerrajera, Bergara ha perdido su industria textil y en Oñati sólo perdura una de sus seis fábricas de chocolate. La decadencia de las curtidurías antzuolarras comenzó con la aparición de los nuevos materiales plásticos y sintéticos que empezaron a reemplazar a las pieles que desde hacía 200 años se curtían de modo totalmente artesanal. A juicio de Ramirez de Okariz otros factores paralelos, como la progresiva desaparición de la actividad agraria tradicional, la mecanización del campo que reemplazó a la ganadería…, precipitaron el hundimiento de un sector cuya defunción certificaría la desintegración de la sociedad Galarza Hnos. y Arbulu en diciembre de 1993.

Hijos de Tellería

La primera zurradería que cerró sus puertas fue la fábrica de Hijos de José Tellería, en los años 50 del siglo XX, curiosamente la única de las cuatro cuya actividad se extendió más allá del curtido de cueros. También se introdujeron en la manufactura de cinturones, calzado, correajes, cartucheras… con destino prioritario al ejército español.

La expansión de esta firma a los sectores de la marroquinería y de la guarnicionería propició una diversificación de los negocios por diferentes localidades: curtidos y guarniciones en la fábrica de Antzuola; curtidos en la de Deba; fábrica de zapatos en Bergara, y guarniciones en Vitoria.

En el momento de su cierre, hace ya más de 50 años, la firma conservaba sólo la factoría de Antzuola. Una fábrica cuyas instalaciones, maquinaria y útiles de trabajo permanecieron intactos y congelados en el tiempo durante décadas hasta que en 2005 el Ayuntamiento se propuso salvar este valioso patrimonio histórico-industrial.

Los herederos de la familia Tellería consintieron en donar íntegramente todo el contenido del único taller de curtidos y guarniciones que se ha conservado en Gipuzkoa. El consistorio, con la asistencia de expertos en patrimonio de la Diputación Foral, restauró, recuperó, catalogó y embaló todo el material hallado en el taller: herramientas, mesas, máquinas de coser cuero, broqueles, patrones…

El propósito último tras esta intervención de preservación patrimonial era constituir un museo de la curtiduría para rendir tributo y guardar memoria para la posteridad sobre una actividades industriales más importantes y características en la historia de Antzuola.

Pero diversas circunstancias han impedido que ese proyectado museo se haya convertido en realidad. Otras prioridades municipales y una conyuntura económica poco propicia mantienen todo ese ‘tesoro’ legado por los Tellería almacenado en un depósito.

Riqueza documental

El ‘fondo Tellería’ esconde asimismo una importante riqueza documental. La documentación estudiada revelan datos sobre el mercado, las variaciones en el modo de fabricación, los materiales empleados, los procedimientos de suministro militar…

Las 4 secciones que constituirían el negocio eran propiedad de José Tellería Oyarzábal. A su muerte, en 1938, pasaron a propiedad de su hijo Agustín Tellería. Pero en medio se interpuso la guerra.

En junio de 1936 Agustín Tellería fue detenido y recluido en la Cárcel Modelo de Madrid por sus actividades conspiratorias contra la República. Hombre importante dentro del tradicionalismo, irónicamente logró escapar haciéndose pasar por anarquista.

A la entrada del ejército franquista en Antzuola, su hijo mayor José, alférez del Requeté, fue nombrado alcalde y se hizo cargo de la fábrica. Pero fallecería poco después, el 12 de febrero de 1937, al parecer en una acción en el propio Antzuola.

Ya bajo las órdenes de Agustín Tellería, toda la fabricación se dedicó a abastecer al ejército. Pero Agustín murió en un accidente en marzo de 1939, y serán su viuda e hijos los que continuarán con la gestión del negocio familiar.

uir el fondo de un museo.